Los que vieron a Joanna Maranhao convertirse en la quinta mujer más rápida del mundo en el relevo de 400 metros en los Juegos Olímpicos de Atenas de 2004, con sólo 17 años, probablemente no se imaginaba que cargaba un trauma por el que incluso había intentado quitarse la vi dos veces.
A los 29 años -25 de ellos en las piscinas- la nadadora competirá en sus cuartos Juegos Olímpicos en Río de Janeiro.
Pero para lograrlo, hoy se enfrenta a su más difícil competencia: ella misma. Diagnosticada con depresión, Joanna ha luchado contra la enfermedad durante años.
El trauma viene desde hace mucho tiempo: cuando tenía 9 años, al inicio de su carrera deportiva, un entrenador abusó de ella.
Durante años, Joanna no pudo decirle a nadie lo que había sufrido, trató de "escapar" del entrenador para librarse del abuso.
Más tarde, cuando fue capaz de manejar la situación, decidió dedicarse a la lucha para que casos como el de ella no se repitieran.
En 2014, la nadadora creó la ONG Infancia Libre, que ayuda a niños y adolescentes víctimas de violencia sexual. Sin embargo, más que un castigo para los abusadores, la deportista defiende una acción efectiva para evitarlo: la educación sexual.
Más importante que desenmascarar a un pedófilo es educar sexualmente a los niños"
"Más importante que desenmascarar a un pedófilo es educar sexualmente a los niños. Hace falta un programa de educación al respecto, sobre qué cariños se permiten y cuáles no. ¿Qué es lo correcto? Hay que hablarlo en casa y en la escuela", le dice Joanna Maranhão a BBC Brasil.
"Es importante dar libertad al niño, de manera que si ocurre algún abuso, lo sepa identificar. En mi caso, en el momento en que lo hizo, pensé que estaba mal, sabía que era doloroso, pero no sabía lo que era".
"La gente tiene un cierto pudor, piensan que es un error hablar de educación sexual para los niños, pero esta es la clave más importante para combatir el problema (los abusos). Tenemos que hablar abiertamente sobre el tema, explicando que hay partes que pueden acariciarse y partes que no pueden ser tocadas, mostrando la diferencia entre el cuerpo de una niña y el de un niño, etc".
La educación sexual no es materia obligatoria en las escuelas públicas de Brasil. Algunas tienen programas aislados sobre el tema, pero no es un proyecto sistemático en el programa escolar.
La ONG Niñez Libre ofrece clases de educación sexual para niños y profesionales que trabajan con ellos, como una manera de llenar lo que ven como un vacío en el sistema de educación y combatir el abuso sexual de una manera más amplia.
Ley con su nombre
El caso de Joanna también dejó su huella en la legislación brasileña sobre abuso sexual, violación y asalto indecente. En 2012, cuatro años después de que su caso se hiciera público, se aprobó la ley "Joanna Maranhao", que cambia la prescripción de este tipo de delitos.
El tiempo para que el delito prescriba comienza a contar desde que la víctima cumple 18 años, y no desde que se cometió el delito.
"El modus operandi de un pedófilo es siempre el mismo, y la reacción del niño también. El criminal es casi siempre una persona cercana, de la que no se sospecha. Y el niño no puede hablar de ello, es muy difícil", cuenta Joanna.
"Así que la ley es una victoria y es importante para darle voz a las víctimas cuando ya están listas para hablar".
Joanna, por ejemplo, sólo fue capaz de hablar abiertamente sobre lo que sufrió a los 21 años. Antes de eso, en su infancia, trató de decirle algo a una tía abuela y a su madre, pero la respuesta era siempre la misma: "Debe haber sido un cariño". En la adolescencia, pasó mucho tiempo ocultando su sexualidad por miedo.
"Cuando me llegó la menstruación y mi cuerpo comenzó a tomar forma, me corté el pelo corto, empecé a usar ropa suelta, no quería ser vista como una chica. Cuando alguien pasaba por la calle y me decía que parecía un niño, era mi mayor alegría" comenta.
"Cuando di mi primer beso, pasé un año sin volver a besar o a mirar a la cara al chico. Tenía un gran miedo a estar sola en la habitación. Estuve años en terapia y no podía hablar. De repente, empecé a salir con un chico y comencé a recordar. Se lo conté y él me pidió que buscara ayuda. Cuando hablé del tema por primera vez, caí en un hoyo negro. No podía ni mirar a la piscina".
El trauma la llevó a la depresión y a dos intentos de suicidio, uno en 2006 y otro en 2013.
"Hoy puedo decir que estoy bien. Siempre quiero estar bien, pero no lo logro todos los días. Tengo recaídas. Tuve una el año pasado. Es proceso de lucha diaria, tengo que estar siempre vigilándome, física y psicológicamente".
"Recibo muchos mensajes con relatos de las víctimas. Esas historias me conmueven mucho, lo que hago lo hago para aquellas personas que quieren superarlo y no tienen familia o estructura financiera. Y entonces pienso:¿Cómo pude querer tirar mi vida a la basura, siendo que hay tanta gente en la misma situación o incluso peor?
Últimos Juegos Olímpicos
"Estuve un montón de tiempo preguntándome si quería participar en los Juegos Olímpicos. Porque creo que mientras haya personas con hambre, no se puede pensar en construir piscinas modernas como prioridad. Pero yo no quería renunciar a algo que amaba hacer, entonces encontré la manera de ser atleta y, al mismo tiempo, no renunciar a mi posición", comenta la nadadora, que nunca ocultó sus críticas a la Confederación Brasileña de Deportes Acuáticos (CBDA).
"Cuando hablamos de legado, creo que es algo en lo que debió pensarse mucho antes y de forma diferente. La política deportiva aquí es sólo para aquellos que tienen la oportunidad de ganar medallas. Yo no veo que vaya a quedar mucho para nosotros como huéspedes (de los Juegos)", asegura.
La postura de Joanna hizo que renunciara a la ayuda financiera de la Confederación y debió endeudarse, junto a su familia, para acudir a campeonatos.
"Me ofrecieron cifras que son un tercio de lo que reciben nadadores con peores resultados. Así que preferí no aceptar. Porque sabía que desde el minuto que aceptara, perdía mi derecho a tener voz y criticar".
"Creo que la lucha contra la corrupción empieza por uno mismo".